«Sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra.» Sentarse a los pies de alguien es la actitud del discípulo respecto al maestro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, cuando Pablo cuenta su vida, dice: «Yo de joven me sentaba a los pies de Gamaliel en Jerusalén», era discípulo suyo, él era mi maestro. Es interesante la actitud de María (la hermana de Marta), porque en el evangelio sólo vemos a los hombres como discípulos: los apóstoles. Aquí aparece una mujer como discípula que escucha las palabras del Maestro. Nos viene a la mente una expresión de Jesús: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». María vive la bienaventuranza evangélica, la de la escucha de la Palabra. Es la imagen perfecta del discípulo, de la humanidad que escucha la Palabra de Dios, y es la imagen que inmediatamente evoca la figura de la perfecta discípula, María, la madre de Jesús, que dice: «Que me suceda según dices». De la hermana de Marta se puede decir lo que está escrito de María, la madre de Jesús: «Guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón». María de Nazaret y María de Betania son el modelo de la escucha, del discípulo que interioriza la Palabra, que sabe recibirla; el modelo de la contemplación, la imagen de la Iglesia que escucha poniendo como prioridad la Palabra de Dios, la escucha del Señor.
EL DIACONADO EN LA HISTORIA La ausencia del diaconado estable en tan dilatado período de tiempo en la historia de la Iglesia, aportó un principio de contrariedad, ya que quienes fueron formados teológicamente en el marco de una eclesiología anterior al concilio Vaticano II, no pudieron contemplar dicho ministerio diaconal tal como posteriormente se ha configurado y es posible que ello induzca alguna dificultad al asignar, dentro de los esquemas pastorales, una misión específica al Diaconado Permanente. También esa distancia en el tiempo ha contribuido a que el pueblo cristiano no sepa o no conozca qué es un diácono; por lo se debe difundir y formar a la comunidad cristiana en el conocimiento del Diaconado Permanente, dando a conocer el testimonio eclesial de la presencia de estos ordenados, manteniendo equilibrada la impronta de su triple ministerio en la Palabra, la Liturgia y la Caridad. Pablo VI, decía: «en la Iglesia han habido tiempos en la que la gran virtud necesaria ha
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