La vocación de todo hombre es la de buscar, honrar y atestiguar la verdad y el bien. El derecho a la verdad incluye una recta información o comunicación. Se trata de la verdad entera, "la verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre y de su misterioso destino, la verdad acerca del mundo" (EN 78). A la luz de la fe, apoyada en le revelación, el creyente busca vivir "la verdad del evangelio" (Gal 2,14).
La verdad no sólo es objeto del conocimiento humano, sino que es recibida por el hombre como don de Dios en la revelación. Entonces es la verdad que proviene de Dios "para nuestra salvación" (DV 11). La "verdad" forma parte del anuncio evangélico. Es Jesús mismo, "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14) quien se presenta como "camino, verdad y vida" (Jn 14,6). En efecto, si "la ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo" (Jn 1,17).
Por esto el Señor invita a "conocer la verdad" para llegar a la libertad (cfr. Jn 8,32). Ante un tribunal romano, Jesús declaró que había venido "para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37). El Espíritu Santo, enviado por Jesús, "conduce a la verdad plena" (Jn 16,13), que será realidad perfecta sólo en la escatología (en la visión de Dios). La verdad de Jesús santifica (cfr. Jn 17,17).
Por esto, "de todo evangelizador se espera que posea el culto a la verdad, puesto que la verdad que él profundiza y comunica no es otra que la verdad revelada y, por tanto, más que ninguna otra, forma parte de la verdad primera que es el mismo Dios" (EN 78).
Todo cristiano está llamado a expresar la verdad con su "sí" o con su "no" (Mt 5,37). La vocación cristiana consiste en "obrar conforme a la verdad" (1Jn 1,6), con la disposición de dar testimonio de ella con la propia vida (martirio). "El predicador del Evangelio será aquel que, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe transmi-tir a los demás. No vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar. No rechaza nunca la verdad. No obscurece la verdad revelada por pereza de buscarla, por comodidad, por miedo. No deja de estudiarla. La sirve generosamente" (EN 78).
La verdad no sólo es objeto del conocimiento humano, sino que es recibida por el hombre como don de Dios en la revelación. Entonces es la verdad que proviene de Dios "para nuestra salvación" (DV 11). La "verdad" forma parte del anuncio evangélico. Es Jesús mismo, "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14) quien se presenta como "camino, verdad y vida" (Jn 14,6). En efecto, si "la ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo" (Jn 1,17).
Por esto el Señor invita a "conocer la verdad" para llegar a la libertad (cfr. Jn 8,32). Ante un tribunal romano, Jesús declaró que había venido "para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37). El Espíritu Santo, enviado por Jesús, "conduce a la verdad plena" (Jn 16,13), que será realidad perfecta sólo en la escatología (en la visión de Dios). La verdad de Jesús santifica (cfr. Jn 17,17).
Por esto, "de todo evangelizador se espera que posea el culto a la verdad, puesto que la verdad que él profundiza y comunica no es otra que la verdad revelada y, por tanto, más que ninguna otra, forma parte de la verdad primera que es el mismo Dios" (EN 78).
Todo cristiano está llamado a expresar la verdad con su "sí" o con su "no" (Mt 5,37). La vocación cristiana consiste en "obrar conforme a la verdad" (1Jn 1,6), con la disposición de dar testimonio de ella con la propia vida (martirio). "El predicador del Evangelio será aquel que, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe transmi-tir a los demás. No vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar. No rechaza nunca la verdad. No obscurece la verdad revelada por pereza de buscarla, por comodidad, por miedo. No deja de estudiarla. La sirve generosamente" (EN 78).
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