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Mostrando entradas de 2018

Los LÍMITES DE LA LIBERTAD HUMANA

La libertad cristiana nace de la fe y se sitúa en la fe, según la profunda frase de Lutero: "Esta es, por tanto, la libertad del cristiano: nuestra fe"; pero aquí precisamente manifiesta su dramatismo, ya que la fe del hombre es siempre parcial y limitada, y le acecha siempre lo que Heinrich Schlier ha llamado la tentación de la "autojusticia", a saber, la pretensión de ser justos por nosotros solos y de administrar solos nuestra libertad. La existencia humana aparece "prisionera de sí misma"; la libertad cristiana se perfila entonces como "liberación de esta existencia inevitablemente caída" y condenada, precisamente por haber caído, a recaer continuamente. "¿Por qué la existencia, puesta por cada mandamiento ante el interrogante de si quiere permanecer o no ligada a sí misma, se ve instada por la ley a liberarse de sí misma, pero luego vuelve a caer siempre de nuevo?... La respuesta es la siguiente: porque, al renunciar a Dios, ha renun

El Bautismo sella el abrazo amoroso del Padre

El bautismo sella para cada uno de nosotros el abrazo del Padre, es signo eficaz de las relaciones vitales que el Padre, el Hijo y el Espíritu establecen con nosotros, nos otorga un corazón nuevo, nos capacita para practicar la obediencia filial —como Jesús— al proyecto amoroso de Dios. El bautismo sella también nuestro ingreso en la gran familia de la Iglesia, nos habilita para celebrar la eucaristía, escuchar la palabra de Jesús y dar testimonio de la misma, vivir la caridad fraterna, poner nuestros dones al servicio de todos. Finalmente, el bautismo nos convierte en signo de esperanza para toda la humanidad, ya que crea en nosotros una humanidad nueva, libre del pecado, dispuesta a entrar en los distintos ámbitos de la convivencia humana, no con el egoísmo agresivo de quien reconduce a todos y todo hacia sí mismo, sino con la firme disponibilidad de quien, dejándose atraer por Cristo, está dispuesto a ayudar, a colaborar, a servir, a amar. La meditación sobre nuestro bautismo es sie

Pentecostés la fiesta de la Iglesia

Esta fiesta antiquísima, que se celebraba cincuenta días después de la pascua, en un principio era la fiesta de la cosecha, pero posteriormente se convirtió en la fiesta de la renovación de la alianza; evocaba, por tanto, el don de la ley en el monte Sinaí. Un fragor como de viento y fuego evoca la aparición de Dios; el viento que irrumpe es, en particular, el signo de la irrupción de Dios en el mundo, de un Dios que toma posesión de la criatura humana, así como tomó posesión de Jesús y como toma posesión de todo creyente. Es el signo de l a nueva humanidad en el Espíritu. El fuego, por medio del cual el Espíritu se comunica a cada uno en forma de lengua, sella esta relación personal y única con la Trinidad; es signo del Dios que entra en cada uno como fuego que ilumina y devora, y después se convierte en palabra en la Iglesia. Del viento y del fuego nace el don de lenguas. Mientras en Babel la multitud de lenguas había puesto en evidencia la ruptura y la confusión de la humanidad, aho

Positivismo signo de la madurez cristiana

Cualquiera que sea la imagen del cristiano maduro, tiene al menos tres características fundamentales. La primera es la de ser positivo. Tiene que ser una persona que intenta continuamente tender puentes, remediar situaciones difíciles, mirar hacia adelante. Si pensamos en el himno de la caridad de san Pablo: «... todo lo cree, todo lo disculpa, todo lo espera», debemos decir que en el cristiano adulto no puede haber depresión, desaliento, malhumor, tristeza, desconfianza. Ni siquiera una cierta animadversión concuerda con la imagen del cristiano maduro en la fe, en el que cabe más bien la energía, el valor, la generosidad total. La segunda característica, que no debemos olvidar, es su conflictividad. ¿De dónde nace esta imagen? San Pablo lo dice claramente en el contexto de la Carta a los Gálatas: «En cambio, los frutos del Espíritu son...». «En cambio», referido a los versículos anteriores, está en contraste con las obras de la carne: «Fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hec

Saber escuchar, para ser Discipulo

«Sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra.» Sentarse a los pies de alguien es la actitud del discípulo respecto al maestro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, cuando Pablo cuenta su vida, dice: «Yo de joven me sentaba a los pies de Gamaliel en Jerusalén», era discípulo suyo, él era mi maestro. Es interesante la actitud de María (la hermana de Marta), porque en el evangelio sólo vemos a los hombres como discípulos: los apóstoles. Aquí aparece una mujer como discípula que escucha las palabras del Maestro. Nos viene a la mente una expresión de Jesús: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». María vive la bienaventuranza evangélica, la de la escucha de la Palabra. Es la imagen perfecta del discípulo, de la humanidad que escucha la Palabra de Dios, y es la imagen que inmediatamente evoca la figura de la perfecta discípula, María, la madre de Jesús, que dice: «Que me suceda según dices». De la hermana de Marta se puede decir lo qu

No corregir los defectos es ser egoísta

 Educar a veces significa también «contrariar». Permitir o, peor aún, favorecer el crecimiento incondicional de los instintos negativos de la persona, no frenar sus caprichos, su agresividad destructiva y los vicios que la deshumanizan, no corregir los defectos y las pulsiones egoístas, significa renunciar a su educación. Hay que encontrar la manera adecuada para hacerlo, pero no hay que renunciar a la corrección. La verdad que no procede del amor no educa, exaspera. Sólo de un gran amor paterno y materno nace también la sabiduría de reprender en el momento adecuado y de la forma correcta. Corregir no es solamente decir «te has equivocado», sino explicar las razones («confutar», «convencer»), Esto nace de un amor inteligente que piensa y reflexiona antes de reprender, que no pierde de vista la meta que pretende alcanzar, que recurre a la discreción del diálogo de tú a tú antes de hacerlo públicamente.

La vocación de todo hombre es la de buscar, honrar y atestiguar la verdad y el bien

La vocación de todo hombre es la de buscar, honrar y atestiguar la verdad y el bien. El derecho a la verdad incluye una recta información o comunicación. Se trata de la verdad entera, "la verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre y de su misterioso destino, la verdad acerca del mundo" (EN 78). A la luz de la fe, apoyada en le revelación, el creyente busca vivir "la verdad del evangelio" (Gal 2,14). La verdad no sólo es objeto del conocimiento humano, sino que es recibida por el hombre como don de Dios en la revelación. Entonces es la verdad que proviene de Dios "para nuestra salvación" (DV 11). La "verdad" forma parte del anuncio evangélico. Es Jesús mismo, "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14) quien se presenta como "camino, verdad y vida" (Jn 14,6). En efecto, si "la ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo" (Jn 1,17). Por esto el Señor invita a "conocer

La luz de la Resurrección no hace desaparecer la Luz...

La luz de la resurrección no hace desaparecer la cruz, sino que ayuda al creyente a comprender el misterio de la vida y del amor que se desprende de ella. Si olvidamos esta conexión que es la estructura íntima del misterio pascual, nos exponemos a decepciones a veces dramáticas. La alegría pascual, en efecto, y el deseo pascual, tienen que contar con la realidad en la que, desde el punto de vista histórico del desarrollo de los acontecimientos en su materialidad, parece que nada ha cambiado: siguen subsistiendo a nuestro alrededor la enfermedad, la muerte, el odio, las agitaciones sociales. La pascua no quita estas realidades de inmediato, pero nos dice que, si Cristo vive en la gloria de Dios, si Cristo vive en la Iglesia y en la historia, si está vivo, por tanto, en nosotros, todo esto no solamente no nos impide amar, sino que nos permite esperar y amar cada vez más. Para el que ha entendido algo de la vida y del amor, ésta es una palabra que lo dice todo; Cristo nos asegura que s

La paz de Cristo y la misión de la Iglesia

El objetivo de la Encarnación del Hijo de Dios es de "establecer la paz o comunión con él y una fraterna sociedad entre los hombres" (AG 3). Es la paz mesiánica del cántico de la Navidad "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace" (Lc 2,14). Cristo, "nuestra paz" (Ef 2,14) y "príncipe de la paz" (Is 9,6)), dio la vida para formar un solo pueblo, "en el que sus hijos que estaban dispersos, se congreguen en la unidad (cfr. Jn 11,52)" (AG 2). La paz o es universal o no es posible. No habrá nunca paz sin el perdón y la reconciliación. La lucha por la justicia y por la paz, es siempre contra el error y el mal, nunca directamente contra las personas. Esa lucha es parte integrante de la promoción humana y construye la paz. La autodefensa legítima (por parte de individuos y de pueblos) no va directamente contra las personas, sino que intenta proteger a los inocentes. "Los cristianos que toman p

La misión de Jesús llamada a la conversión y a la fe

Me preguntó que pasa que no me convierto que me cuesta asumir con  valentía y coherencia la realidad de la conversión tomando encuenta que es fruto del encuentro con el maestro, que pasa que aún veo la doble vida de los cristianos, que por un lado sembramos odio y por otro anunciamos el amor. El anuncio de la cercanía del Reino, que es tema central en el mensaje de Jesús, porque "ya se ha cumplido el tiempo" (Mc 1,15), es una llamada urgente a un cambio radical de mentalidad y de conducta ("conversión"). Es la actitud previa para "creer". Jesús llama a la conversión, al perdón y a la fe "El Reino de Dios está cerca; arrepentíos y creed en la buena nueva". Jesús envió a los Apóstoles con este mismo encargo de anunciar el Reino, llamando a la conversión y a la fe (Mt 10,7ss; Mc 6,12; Lc 9,2ss). En el envío final, el día de la ascensión, se concreta el encargo o la misión de "enseñar" y de "bautizar" (Mt 28,19; Mc 16,16; Lc 24,

Segundo Domingo del tiempo ordinarioLeer el comentario del Evangelio por Basilio de Seleucia (¿-c. 468), obispo

Sermón en honor de San Andrés, 4; PG 28, 1105 “Hemos encontrado al Mesías.” Tomando consigo a Pedro, su hermano de sangre según la naturaleza, Andrés lo conduce hacia el Señor para que se convierta en discípulo como él. Es la primera hazaña de Andrés. Hace aumentar el número de discípulos, introduciendo a Pedro, en quien Cristo encontrará el jefe de los discípulos. Tanto así que, cuando más adelante, Pedro tiene una conducta admirable, lo deberá a lo que Andrés había sembrado . La alabanza dirigida a uno, recae igualmente sobre el otro, ya que los bienes de uno pertenecen al otro, y el uno se glorifica de los méritos del otro. ¡Qué alegría procuró Pedro a los demás cuando respondió con prontitud a la pregunta del Señor, rompiendo el silencio turbado de los discípulos! […] Solo Pedro pronunció estas palabras: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16:16). Hablaba en nombre de todos, en una frase proclamaba el Salvador y su plan de salvación. ¡Cómo esta proclamaci

Humildad misionera

Cuando sentimos que nuestro servicio pastoral es un don especial, perdemos de vista la verdad ya que es un don de Dios, no nuestro, por es dejo esta reflexión sobre Humildad ministerial y misionera El camino del éxito en la evangelización pasa por la "humildad" y pobreza bíblica, como actitud de abandono confiado y comprometido en las manos de Dios (cfr. 1Pe 5,6-7). La actitud apostólica es siempre de servicio ("ministerial"), a modo de "instrumento vivo de Cristo" (PO 12). El apóstol no es un patrón, que pueda hacer y deshacer los contenidos y los signos eclesiales, sino un imitador de Cristo servidor de todos. Su servicio es de "entrega total, humilde y generosa, a la Iglesia" (PDV 21). Con esta "humildad" se construye la comunidad, basada en "la unidad que es fruto del Espíritu" (Ef 4,2)