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Vigilia pascual en la noche santa Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

Carta circular dada en la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos


Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
a) Vigilia pascual en la noche santa
77. Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor (79), y la vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como "la madre de todas las santas vigilias" (80). Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana (81).
a) Significado del carácter nocturno de la Vigilia pascual
78. "Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Por ello no debe escogerse ni una hora tan temprana que la Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después del alba del domingo" (82). Esta regla ha de ser interpretada estrictamente. Cualquier abuso o costumbre contrario que, poco a poco se haya introducido y que suponga la celebración de la Vigilia pascual a la hora en la cual, habitualmente, se celebran las Misas vespertinas antes de los domingos, ha de ser reprobado (83).
Las razones presentadas a veces para justificar la anticipación de la Vigilia pascual, por ejemplo la inseguridad pública, no se tienen en cuenta en el caso de la noche de Navidad o de reuniones de otro género.
79. La Vigilia pascual nocturna durante la cual los hebreos esperaron el tránsito del Señor, que debía liberarlos de la esclavitud del faraón, fue desde entonces celebrada cada año por ellos como un "memorial"; esta vigilia era figura de la Pascua auténtica de Cristo, de la noche de la verdadera liberación, en la cual "rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo" (84).
80. Ya desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades. Precisamente la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con Él, somos sepultados con Él y resucitamos con Él, para reinar con Él para siempre (85).
Esta Vigilia es también espera de la segunda venida del Señor (86).
b) La estructura de la vigilia pascual y la importancia de sus diversos elementos y partes
81. La Vigilia pascual tiene la siguiente estructura: Después del lucernario y del pregón pascual (que forma la primera parte de la vigilia), la santa Iglesia contempla las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo desde los comienzos (parte segunda o liturgia de la Palabra), hasta que, junto a los nuevos miembros renacidos por el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa, preparada por el Señor para su pueblo, memorial de su muerte y resurrección, en espera de su nueva venida (parte cuarta) (87).
Nadie está autorizado ha cambiar a su arbitrio esta estructura del rito.
82. La primera parte consiste en una serie de acciones y gestos simbólicos que conviene realizar con tal dignidad y expresividad que su significado propio sugerido por las moniciones y las oraciones, pueda ser realmente percibido por los fieles. En el lugar adecuado y fuera de la iglesia, en cuanto sea posible, se preparará la hoguera destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche.
Prepárese el cirio pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nueva cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo. La bendición del cirio se hará con los signos y las palabras propuestas por el Misal o con otras, aprobadas por la Conferencia de Obispos (88).
83. La procesión en la que el pueblo entra a la iglesia se ilumina únicamente por la llama del cirio pascual. Del mismo modo que los hijos de Israel durante la noche eran guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado. Nada impide que a las respuestas "Demos gracias a Dios" se añada a alguna aclamación dirigida a Cristo.
La llama del cirio pascual pasará poco a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos, permaneciendo aún apagadas las lámparas eléctricas.
84. El diácono proclama el pregón pascual, magnífico poema lírico que presenta el misterio pascual en el conjunto de la economía de la salvación. Si fuese necesario, o por falta de un diácono o por imposibilidad del sacerdote celebrante, puede ser proclamado por un cantor. Las Conferencias de los Obispos pueden adaptar convenientemente este pregón introduciendo en él algunas aclamaciones de la asamblea (89).
85. Las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante.
La estructura restaurada de la Vigilia presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la Ley y de los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas" (90), interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia pascual que exige una cierta duración.
Sin embargo, si las circunstancias pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico (91).
86. El significado tipológico de los textos del Antiguo Testamento tiene sus raíces en el Nuevo y aparece sobre todo en las oraciones que el sacerdote celebrante pronuncia después de cada lectura; podrá también ser útil para llamar la atención hacia este significado una breve monición hecha antes de la lectura. Estas moniciones puede hacerlas el mismo sacerdote o el diácono. Las Comisiones nacionales o diocesanas de Liturgia procurarán material apto que pueda servir de ayuda a los pastores.
Después de cada lectura se canta el salmo con la respuesta del pueblo.
En la repetición de estos diversos elementos manténgase el ritmo adecuado para facilitar la participación y devoción de los fieles (92). Evítese con todo cuidado que los salmos responsoriales sean sustituidos por cancioncillas populares.
87. Terminada la lectura del Antiguo Testamento, se canta el himno "Gloria a Dios", se hacen sonar las campanas según las costumbres de cada lugar, se dice la oración colecta y de este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación del Apóstol sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual de Cristo.
Después, todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el "Aleluya", elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea (93). Si fuese necesario, el salmista o cantor entona el "Aleluya", que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la predicación pascual (94). Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio, culmen de toda la liturgia de la Palabra. Terminada la proclamación del Evangelio no se omita a la homilía, aunque sea breve.
88. La liturgia bautismal es la tercera parte de la Vigilia. La pascua de Cristo y nuestra se celebra ahora en el sacramento. Esto se manifiesta más plenamente en aquellas Iglesias que poseen la fuente bautismal, y más aún cuando tiene lugar la iniciación cristiana de adultos, o al menos el bautismo de niños (95). Aun en el caso en que no haya bautizos en las iglesias parroquiales se hace la bendición del agua bautismal. Si esta bendición no se hace en la fuente bautismal sino en el presbiterio, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio, donde será conservada durante todo el tiempo pascual (96). Donde no hayan bautizos ni se deba bendecir el agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea, a fin de recordar el bautismo (97).
89. A continuación tiene lugar la renovación de promesas bautismales introducidas por la monición que hace el sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos responden a las interrogaciones. Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el bautismo que, un día, recibieron. El sacerdote celebrante hace la aspersión pasando por toda la nave de la iglesia, mientras la asamblea canta la antífona "Vidi aquam" u otro canto de índole bautismal (98).
90. La celebración de la eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia, y su punto culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna.
91. Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la oración universal, en la que los neófitos participan por primera vez como fieles, ejercitando su sacerdocio real (99); la procesión de las ofrendas, en las que convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística primera, segunda, tercera, a ser posible cantada, con sus embolismos propios (100); la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el misterio que se celebra. Durante la comunión es oportuno cantar el salmo 117, con la antífona "Aleluya, aleluya, aleluya", u otro canto que represente la alegría de la Pascua.
92. Es muy conveniente que en la comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino. Los Ordinarios del lugar juzguen sobre la oportunidad de una tal concesión y de sus modalidades (101).
c) Algunas indicaciones de carácter pastoral
93. Cuídese de tal modo la liturgia de la Vigilia pascual que se pueda hacer llegar al pueblo cristiano las riquezas que contienen las plegarias y los ritos; es necesario que se respete la verdad de los signos, se favorezca la participación de los fieles, y que no falten ministros, lectores y cantores para el buen desarrollo de la celebración.
94. Es de desear que, según las circunstancias, se plantee la posibilidad de reunir en una misma iglesia distintas comunidades cuando, por razón de la cercanía de las iglesias, o del reducido número de participantes, no es posible asegurar para cada una separadamente una celebración plena y festiva.
Hay que favorecer el hecho que los grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia pascual de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial.
Los fieles que, por razón de las vacaciones no pueden participar en la liturgia de la propia parroquia, han de ser invitados a unirse a la celebración en el lugar donde se encuentran.
95. En el modo de anunciar la celebración de la Vigilia pascual, evítese presentarla como el último acto del "Sábado Santo". Dígase, más bien, que la Vigilia pascual se celebra "en la noche de la Pascua", y precisamente como una celebración unitaria. Se recomienda encarecidamente a los pastores que en la formación de los fieles insistan en la conveniencia de participar en toda la Vigilia pascual (102).
96. Para poder celebrar la Vigilia pascual con el máximo provecho, conviene que los mismos pastores hagan lo posible para comprender mejor tanto los textos como los ritos, a fin de poder dar una mistagogia que sea auténtica.
B) El Día de Pascua
97. La Misa del día de Pascua se debe celebrar con la misma solemnidad. En lugar del acto penitencial, es muy conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida durante la celebración de la Vigilia; durante la aspersión se puede cantar la antífona "Vidi aquam", u otro canto de índole bautismal. Con la misma agua bendecida conviene llenar los recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la iglesia.
98. Consérvese, donde aún está en vigor, o restáurese en la medida que sea posible, la tradición de celebrar las Vísperas bautismales del día de Pascua, durante las cuales se hace una procesión al baptisterio (103).
99. El cirio pascual, que tiene su lugar junto al ambón o junto al altar, enciéndase al menos en todas las celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad de este tiempo, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas hasta el domingo de Pentecostés. Después, ha de trasladarse al baptisterio y mantenerlo con todo honor para encender en él el cirio de los nuevos bautizados. En las exequias, el cirio pascual se ha de colocar junto al féretro, para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua.
El cirio pascual, fuera del tiempo pascual, no ha de encenderse ni permanecer en el presbiterio (104).
VIII. El tiempo pascual
100. La celebración de la Pascua se continúa durante el tiempo pascual. Los cincuenta días que van del domingo de Resurrección al domingo de Pentecostés se celebran con alegría, como un solo día festivo, más aún, como el "gran domingo" (105).
101. Los domingos de este tiempo han de ser considerados y llamados como "domingos de pascua" y tienen precedencia sobre cualquier fiesta del Señor y cualquier solemnidad. Las solemnidades que coincidan con estos domingos, han de anticiparse el sábado precedente (106). Las celebraciones en honor de las Santísima Virgen o de los santos, que caen entre semana, no pueden ser trasladadas a estos domingos (107).
102. Para aquellos adultos que han recibido la iniciación cristiana durante la Vigilia pascual, este tiempo ha de considerarse como un tiempo de "mistagogia". Donde haya neófitos obsérvese cuanto prescribe el Rito de iniciación cristiana de adultos, nn: 37-40 y 235-239. En todas partes, además, durante la octava de Pascua hágase memoria en la plegaria eucarística de los que han recibido el bautismo en la Vigilia pascual.
103. Los neófitos tengan reservado un lugar especial entre los fieles durante todo el tiempo pascual, en las Misas dominicales. Los neófitos procuren participar en las Misas junto con sus padrinos. En la homilía y, en cuanto sea posible, en la plegaria universal o de los fieles, hágase mención de ellos. Organícese una celebración especial según las costumbres de la propia región, en las cercanías de Pentecostés, para terminar el tiempo de la mistagogia (108). Es muy conveniente que los niños reciban su primera comunión en estos domingos pascuales.
104. Los pastores han de recordar y explicar a los fieles durante el tiempo pascual el sentido del precepto de la Iglesia de recibir la Eucaristía en este tiempo a los cristianos que ya han hecho la primera comunión (109). Se encarece que durante este tiempo, y especialmente durante la semana de Pascua, se lleve la comunión a los enfermos.
105. En aquellos lugares donde es costumbre bendecir las casas con motivos de las fiestas pascuales, el párroco, o en su defecto otros presbíteros o diáconos delegados por él, cuidarán de hacerlo, aprovechando esta ocasión para ejercer sus funciones pastorales (110). El párroco acuda a las casas para hacer visita pastoral a cada familia, mantener un coloquio con sus miembros, y celebrar con ellos un momento de oración, usando los textos de Bendicional (111). En las grandes ciudades véase la posibilidad de reunir varias familias a la vez, para celebrar en común la bendición.
106. Según la diversidad de países y culturas, existen muchas costumbres populares vinculadas con las celebraciones del tiempo pascual que quizá suscitan una mayor participación popular que a las mismas celebraciones litúrgicas. Tales costumbres no han de ser despreciadas, dado que a menudo expresan bien la mentalidad religiosa de los fieles. Las Conferencias de los Obispos y los Ordinarios del lugar preocúpense para que estas costumbres, que pueden favorecer la piedad, puedan ser ordenadas del mejor modo posible con la liturgia, se llenen profundamente de su espíritu y guíen al Pueblo de Dios hacia la misma (112).
107. El domingo de Pentecostés concluye este sagrado período de cincuenta días con la conmemoración de la donación del Espíritu Santo derramados sobre los apóstoles, el comienzo de la Iglesia y el inicio de su misión a todos los pueblos, razas y naciones (113).
Se recomienda la celebración prolongada de la Misa de la Vigilia de Pentecostés, que no tiene un carácter bautismal como la Vigilia de Pascua, sino más bien de oración intensa según el ejemplo de los apóstoles y discípulos, que perseveraban unánimemente en la plegaria juntos con María, la Madre de Jesús, esperando el don del Espíritu

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