Ir al contenido principal

En Corpus Christi adoramos un milagro, recuerda Arzobispo de Granada

En Corpus Christi adoramos un milagro, recuerda Arzobispo de Granada

Bookmark and ShareGRANADA, 04 Jun. 10 / 05:19 am (ACI)

Con ocasión de la Solemnidad del Corpus Christi, el Arzobispo de Granada (España), Mons. Francisco Javier Martínez Fernández, recordó a los fieles que en la Eucaristía "adoramos un milagro" que debe llevarnos a tener un corazón lleno "de la sorpresa de un amor inmerecido".

Así lo expresó el Prelado durante la Eucaristía celebrada en la Catedral de Granada tras la cual se llevó a cabo la procesión del Santísimo Sacramento.

"Adoramos un milagro –recordó–, el milagro de nuestra redención, de la obra de Dios en medio de nosotros, en nuestra pobre historia humana tan llena de mezquindades y de pasiones. En medio de esa trama de pasiones, resplandece, como resplandece el Señor en la Custodia, el amor infinito de Dios por la humanidad, por cada hombre y por cada mujer".

"La finalidad con la que Cristo viene a nuestro altar es porque desea venir al altar que somos cada uno de nosotros. Porque su amor y su pasión por nosotros, por nuestra vida, para que podamos participar de la eternidad y ser verdaderamente aquello para lo que hemos sido creados", agregó.

"No es sólo un milagro exterior a nosotros –aclaró–, que no tiene que ver con nosotros, sino el milagro que permanece a través de los siglos y que tiene un destinatario: cada uno de nosotros".

En este sentido, el Prelado recordó que al participar del Cuerpo de Cristo "formamos una familia más poderosa que los lazos de la carne, porque nos da la vida divina que nos permite valorar y sostener el amor a esa familia donde estamos y vivimos".

"No somos anónimos, sino que somos los unos miembros de los otros, y sin esta familia que es la Iglesia hasta la familia de la carne, se disuelve, se rompe y se destruye", concluyó

Comentarios

Entradas populares de este blog

Diaconado Permanente

EL DIACONADO EN LA HISTORIA La ausencia del diaconado estable en tan dilatado período de tiempo en la historia de la Iglesia, aportó un principio de contrariedad, ya que quienes fueron formados teológicamente en el marco de una eclesiología anterior al concilio Vaticano II, no pudieron contemplar dicho ministerio diaconal tal como posteriormente se ha configurado y es posible que ello induzca alguna dificultad al asignar, dentro de los esquemas pastorales, una misión específica al Diaconado Permanente. También esa distancia en el tiempo ha contribuido a que el pueblo cristiano no sepa o no conozca qué es un diácono; por lo se debe difundir y formar a la comunidad cristiana en el conocimiento del Diaconado Permanente, dando a conocer el testimonio eclesial de la presencia de estos ordenados, manteniendo equilibrada la impronta de su triple ministerio en la Palabra, la Liturgia y la Caridad. Pablo VI, decía: «en la Iglesia han habido tiempos en la que la gran virtud necesaria ha

No me Restaures te lo prohíbo unidos a Nuestros Hermanos de Nicaragua

- ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?! - Si Señor, te lo prometo, no te restauraré. - Gracias— me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza. - ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele? - Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, roto

El Bautismo sella el abrazo amoroso del Padre

El bautismo sella para cada uno de nosotros el abrazo del Padre, es signo eficaz de las relaciones vitales que el Padre, el Hijo y el Espíritu establecen con nosotros, nos otorga un corazón nuevo, nos capacita para practicar la obediencia filial —como Jesús— al proyecto amoroso de Dios. El bautismo sella también nuestro ingreso en la gran familia de la Iglesia, nos habilita para celebrar la eucaristía, escuchar la palabra de Jesús y dar testimonio de la misma, vivir la caridad fraterna, poner nuestros dones al servicio de todos. Finalmente, el bautismo nos convierte en signo de esperanza para toda la humanidad, ya que crea en nosotros una humanidad nueva, libre del pecado, dispuesta a entrar en los distintos ámbitos de la convivencia humana, no con el egoísmo agresivo de quien reconduce a todos y todo hacia sí mismo, sino con la firme disponibilidad de quien, dejándose atraer por Cristo, está dispuesto a ayudar, a colaborar, a servir, a amar. La meditación sobre nuestro bautismo es sie