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Diaconado Permanente


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EL DIACONADO EN LA HISTORIA


La ausencia del diaconado estable en tan dilatado período de tiempo en la historia de la Iglesia, aportó un principio de contrariedad, ya que quienes fueron formados teológicamente en el marco de una eclesiología anterior al concilio Vaticano II, no pudieron contemplar dicho ministerio diaconal tal como posteriormente se ha configurado y es posible que ello induzca alguna dificultad al asignar, dentro de los esquemas pastorales, una misión específica al Diaconado Permanente. También esa distancia en el tiempo ha contribuido a que el pueblo cristiano no sepa o no conozca qué es un diácono; por lo se debe difundir y formar a la comunidad cristiana en el conocimiento del Diaconado Permanente, dando a conocer el testimonio eclesial de la presencia de estos ordenados, manteniendo equilibrada la impronta de su triple ministerio en la Palabra, la Liturgia y la Caridad.

Pablo VI, decía: «en la Iglesia han habido tiempos en la que la gran virtud necesaria ha sido la fortaleza y no sólo en los tiempos de los mártires, sino en los tiempos en que la Iglesia ha vivido momentos duros». La fortaleza se necesita siempre, pero con su cierto talante profético decía: «el tiempo presente, sobre todo, el tiempo de paciencia histórica...»

Para comprender mejor el cómo y el por qué y qué es el Diaconado Permanente, deberíamos explorar y estudiar los inicios y la evolución que durante veinte siglos ha experimentado este ministerio. Al llamarlo permanente lo diferenciamos del diaconado que la mayor parte de fieles conocemos en la actualidad, y, que es el diaconado como paso previo a la ordenación sacerdotal.

La ordenación de diácono ha sido por mucho tiempo mera etapa previa para la ordenación sacerdotal. También esta ordenación se realiza por la imposición de manos y una invocación al Espíritu Santo. En el capítulo 6 de los Hechos de los apóstoles se narra el nacimiento de este cargo en Jerusalén. Los apóstoles confían los ««servicios de asistencia»» ( diakonia ) a siete varones presentados por la comunidad. De Hchs 6, 8 y 8, 26-40 resulta que los diáconos participaban también en el ministerio de la palabra y de bautizar. Tales son aun hoy día las funciones de los diáconos: asistir, predicar y bautizar. El concilio Vaticano II ha dado de nuevo a esta función su valor de vocación permanente.1

El decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II establece

Restáurese el orden del diaconado como estado permanente de vida, según la norma de la constitución sobre la Iglesia, donde lo crean oportuno las Conferencias Episcopales.

Pues es justo que aquellos hombres que desempeñan un ministerio verdaderamente diaconal, o que como catequistas predican la palabra divina, o que dirigen, en nombre del párroco o del obispo, comunidades cristianas distantes, o que practican la caridad en obras sociales o caritativas, sean fortificados por la imposición de las manos transmitida desde los apóstoles y unidos más estrechamente al servicio del altar para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado. 2

Es obvio que en la realidad actual, concurren concepciones diversas sobre el diaconado que deben ser clarificadas para una correcta praxis. Por una parte, está la práctica común de la Iglesia en la ordenación de diácono al candidato, cuya formación está orientada al presbiterado otorgándose como paso previo y transitorio, pero no por ello deja de ser indeleble su consagración. Su ordenación es para siempre y aunque vaya a ser posteriormente ordenado presbítero no debe considerarse, lo que la apariencia manifiesta de provisionalidad, como un acto simbólico sino perenne en el que el ordenado ha sido impreso del carácter que confiere el ministerio del orden, que es para siempre; no recibido como preparación inmediata al siguiente grado de presbítero y para iniciar unas prácticas pastorales durante un tiempo, abocadas en definitiva a dicha ordenación sacerdotal.

Por otra parte, al irrumpir el diaconado como forma estable de vida y no como etapa entre un tiempo y otro, adquiere un matiz único, novedoso en que el candidato al diaconado recibe la gracia de estado que imprime carácter, que como ya manifiesta el Concilio, fortalece o fortifica para que cumpla con mayor eficacia su ministerio.

1 Nuevo Catecismo para adultos. Catecismo Holandés. Herder 1.969

2 Decreto Ad Gentes, 16. Concilio Vaticano II

Documento completo sobre el Diaconado Permanente
sin duda que urge el Diaconado Permanente y debera ser el nuevo paso de la iglesia catolica en latinoamerica



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